Comentario
Por mucha que sea su relación con la escultura en piedra, las estatuas en madera se rigen por sus propias leyes y tienen su propia dinámica. La producción que se desarrolla tan lozana en el Primer Periodo Intermedio continúa en la época de la Dinastía XII y con algo más que lo acostumbrado: estatuas de faraones. En cuanto hasta hoy conocemos, el primer faraón que ha conseguido salvar muestras de las suyas ha sido Sesostris I en dos estatuillas, de poco más de medio metro de altura, procedentes de Licht. Una de ellas (Museo de El Cairo) lo ofrece con la corona del Alto Egipto; la otra (Metropolitano de Nueva York), con la del Bajo. Este distintivo es lo único que las diferencia, pues por lo demás, el rey camina empuñando un largo cayado en la mano izquierda que le da un gracioso aire de pastor de almas. Los rostros tienen una expresión vivísima, como es propio de la madera.
También tiene una estatua de madera, y bastante mayor que las anteriores (1,35 m), un faraón por lo demás desconocido: Hor. La estatua representa al ka del faraón; de ahí la pareja de brazos orantes que lleva en la cabeza en lugar de corona, y de ahí también la peluca tripartita, signo de que el personaje pertenece ya al círculo de los dioses. La calidad de la estatua es tan extraordinaria que en medio de tantas obras maestras como encierra el Museo de El Cairo, esta pieza se ha hecho justamente famosa. La halló Morgan en una tumba de pozo de Dahsur y enseguida se ganó la consideración que merece como muestra del exquisito arte del taller de la corte.